miércoles, 20 de febrero de 2008

Alberto


"Dios no juega a los dados".
Albert Einstein, en respuesta al postulado de Heisenberg sobre el principio de incertidumbre.

Al poco de formular su teoría de la relatividad general, el gobierno de los Estados Unidos proporcionó al eminente físico una limusina con chófer para que viajase por el país dando conferencias sobre sus investigaciones. Cuenta la parte apócrifa, que el conductor tenía la costumbre de atender a dichas charlas, hasta el punto en el que, en uno de sus viajes, le comentó al científico:

- Pues esto que cuenta usted, la verdad, no lo veo tan difícil.
- ¿Ah, no?, preguntó Einstein, divertido y sorprendido a la vez.
- Lo cierto es que no, creo que es bastante evidente.
- ¿Se ve usted con la capacidad de explicarlo, entonces?
- Diría que sí, replicó el chófer.
- Entonces no se hable más, en la siguiente conferencia no me conocen, así que trocaré mi bata por su uniforme y será usted quién haga la exposición.

Dicho y hecho: el chófer accedió y ataviado con la bata blanca de científico, dió la charla con gran habilidad, mientras Einstein se sentaba en las últimas filas disfrazado de conductor de limusinas.
Pero como en toda historia no puede faltar un elemento disonante, cuentan que al final de la exposición, uno de los asistentes levantó la mano y formuló una pregunta técnica, fuera del alcance del conocimiento divulgativo del ponente.
El falso Einstein se pasó la mano por la barbilla unos instantes, reflexionando, para finalmente contestar:

- Mire, lo que me pregunta es algo tan evidente que voy a dejar que se lo conteste mi chófer.

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